Soy un vecino rancio


Me autodefino con orgullo de ser un vecino rancio. Si puedo, evito contacto con la gente de mi urbanización. Con todos ellos. Sin excepciones. Y no digo yo no que no paguen con puntualidad la cuota de comunidad, o que no vayan a misa, o que no sean buenos tipos muy amigos de sus amigos. Lo reconozco, el problema soy yo.

Para un vecino solitario como yo, la peor noticia que te puedes encontrar es la notificación que te meten en el buzón avisando de una nueva reunión de la comunidad. Aunque son dos al año, uno tiene la sensación de que son más. Muchísimas más. Nada más comprarme el piso en el que vivo cometí un error imperdonable, ya que decidí asistir a una de ellas. Admito que más que picarme la curiosidad, fui porque se nombraban los nuevos cargos de la Comunidad. Y como no me fio ni un pelo, preferí evitar la novatada de que me eligieran por unanimidad como presidente.
reunion de vecinos
Mis reuniones de comunidad se celebran en el garaje. Entre coches y motos se toman decisiones vitales para la convivencia. Lo primero que saqué en claro es que lo realmente importante no es lo que dices, sino el tono con el que lo dices. Pues sí, un vecino se quejó con la misma voz y tono de Andrés Iniesta de que había personas que estaban rompiendo el mobiliario de la urbanización jugando al fútbol.  El respetable respondió con silencio. Pero otro vecino se ganó de calle a los asistentes cuando se quejó con el mismo tono de voz que Iñaki Gabilondo de la ausencia de la pegatina con la fecha de la revisión del ascensor. En fin…



La verdad es que lo más divertido es el típico punto absurdo del orden del día en el que dos vecinos están a punto de llegar a las manos. Curiosamente, son habitualmente los mismos y se suelen colocar juntos, por lo que el tiempo que tenemos el resto de lanzarnos a separarlos se reduce. La escena suele terminar con un “siempre igual” de la mayor parte de los asistentes.

Pero mi parte favorita es el momento de ruegos y preguntas al administrador. Entre el legalista, el pesetero, el desconfiado, el gracioso, el listillo y el que no se entera de la misa la mitad, el administrador pasa unos minutos muy malos, ya que deja en evidencia que ha ido muy verde a la reunión. Eso sí, se ha aprendido de memoria que la mejor forma de dar por concluida la reunión es preguntar: “Bueno, qué, ¿no cenamos?”. Pues sí, el vecino solitario subió a cenar el primero de todos, subiendo por las escaleras para no coincidir con nadie.

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