El primer día de "clase"



No sé vosotros. Pero de mi época de estudiante guardo recuerdos imborrables del primer día de colegio o instituto después de las vacaciones de verano. Incluso iba con ganas. Con muchas ganas. Se ve que tres meses de relax era tiempo más que suficiente para olvidar lo harto que una llegaba al mes de junio tras un curso lleno de exámenes y de clases que, ya por aquel entonces, te planteabas para qué te iban a servir cuando fueses mayor.

Lo mejor era reencontrarte con tus compañeros y compañeras. Había un montón de historias que contarnos sucedidas en el verano. A algunos se les notaba que habían dado el estirón. Otros presumían de sus primeras espinillas. Y el sector gamberro empezaba a insultar a la cobayas de la clase con los nuevos adjetivos aprendidos en los tres últimos meses, los cuales, para qué engañarnos, estaban llenos de talento e ingenio.

Yo, el día anterior, llamaba a mi mejor amigo para recordarle que nos teníamos que sentar juntos. Evidentemente, no tardaba mucho el tutor en separarnos. Una clase llena de mejores amigos juntos no es el ambiente más conveniente para impartir enseñanzas. Nada más sentarte en tu nueva aula, envejecías de golpe un año. Se supone que uno se hace un año más viejo el día de su cumpleaños, pero yo creo que envejecías el día que estrenabas un nuevo ciclo escolar. Ocupabas el lugar que hasta hace poco era de los abusones del curso superior. Lo primero, era ver si había algún compañero nuevo. Si era chica, rápidamente se la ponía una nota. Es curioso, pero cuanto más pequeño eres, más feas te parecen todas las niñas. Pero según vas creciendo, la valoración va subiendo como la espuma. Las hormonas tienen mucho que decir sobre esto.

Nada más sentarte, el tutor pasaba lista. Aún recuerdo a la perfección el nombre y dos apellidos de la mayoría de mis compañeros. Después, te empezaba a dar los horarios de clase. Según te iban explicando el profesor que iba a impartir la asignatura, le caía una ovación o una enorme abucheo dependiendo de la fama de la que viniera precedido. Incluso algunos, los menos, tenían división de opiniones entre sus detractores y sus admiradores. Los que no teníamos hermanos mayores estrenábamos libros. Un hándicap, desde luego. Los libros usados venían subrayados, con las soluciones resueltas a los problemas. Sin duda que hacía la vida más fácil al que lo tuviera.


En fin, este toque de nostalgia viene porque esta semana he comenzado en mi nuevo trabajo. Muchas de estas sensaciones me han venido a la mente. En esta ocasión, yo era el nuevo de la clase. Mis nervios se centraban en qué tal me adaptaría al temario y en cómo me recibirían mis nuevos compañeros. Incluso me preocupaba saber con quién compartiría mesa y mantel en el horario de comida. Pues con nadie. Como solo. Aunque por fortuna, es porque soy el único que no hace jornada intensiva….

3 comentarios:

  1. Jo, pues yo no estrené mi primer libro de texto hasta los 14. En mi colegio nos prestaban los libros cada año a condición de que los devolvieses en junio (o septiembre si eras de los que cateaba). Es lo que tenía ser de un pueblecito toledano. Tan pocos éramos, que se permitían financiarnos los libros. Un lujo, sin duda. Ánimo y verás como pronto de ser el nuevo pasas a ser uno más. Suerte y a por ellos.

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  2. "Si era chica, rápidamente se la ponía una nota. Es curioso, pero cuanto más pequeño eres, más feas te parecen todas las niñas. Pero según vas creciendo, la valoración va subiendo como la espuma". Luis, yo creo que tu empezaste a beber cubalibres muy pronto, eh!

    Por lo demás, a mi me has recordado a mi primer día en la facultad, jaja. Y nada, que mucha suerte en tu nuevo trabajo. A ver si nos podemos ver y me cuentas detenidamente. Ea.

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